El Valle de
los Caídos, Basílica Menor de la Iglesia Católica,
consagrada el 4 de junio de 1960 por el Cardenal Gaetano
Cicognani, en representación del Papa Juan XXIII, se
encuentra en la carretera de Guadarrama a El Escorial.
Se puede
acceder desde Madrid por la A-VI, con desvío a la
M-600: carretera de San Lorenzo de El Escorial al Valle
de los Caídos. Y existe transporte público desde esta
población, mediante la línea 660, que puede tomarse
en la Plaza de la Virgen de Gracia, s/n (Autocares Herranz).
Hasta los
incidentes que provocó la Delegación del Gobierno en Madrid
en 2010, el horario de entrada al recinto era, en
invierno, de octubre a marzo, entre las 10,00 y 17,00 horas,
siendo accesible la Basílica entre las 10,00 y 17,30 horas;
mientras que en verano se podía acceder al recinto, de abril
a septiembre, hasta las 18,00 horas, no cerrándose las
puertas del templo sino a las 18,30 horas. Y todo ello de
martes a domingo, ya que los lunes, los días 1 y 6 de enero,
1 de mayo, 17 de julio, 10 de agosto, 8, 24, 25 y 31 de
diciembre, el recinto permanecía cerrado, salvo para el
acceso al culto.
La Santa
Misa se celebraba diariamente, en la Basílica, a las
11,00 horas. Los domingos y festivos, también en la
Basílica, a las 11,00 horas, a las 13,00 horas y a las 17,30
horas. Frecuentemente, pero no siempre, los domingos y
festivos, en la capilla de la Hospedería, también hacia las
12,00 horas.
En el
otoño del 2010, bajo diversos pretextos, la Delegación
del Gobierno en Madrid vino limitando, primero, y
prohibiendo, después, el acceso, tanto al
recinto, como a la Basílica.
El 3 de
Noviembre de 2010, miembros de la Guardia Civil, "cumpliendo
ordenes superiores", faltaron a la verdad, alegando "que
allí no se iba a celebrar ninguna Misa" e impidieron el
acceso de los fieles que pretendían asistir.
En contra
de la falsedad vertida por los agentes de la Benemérita, la
Santa Misa se celebró con normalidad a las 11 de la mañana,
como en los últimos cincuenta años, eso sí, esta vez, en
ausencia de fieles, a quienes se intentó engañar y prohibió
ilegítimamente el ejercicio de un derecho fundamental: la
libertad de culto.
La decisión
de la Comunidad benedictina y de los fieles fue terminante:
las Misas se seguirían celebrando, aunque fuera al
aire libre del gélido invierno de la sierra madrileña. Y así
fue, que ni el frío, ni la lluvia, ni la niebla, ni la
nieve, que de todo hubo, les arredraron.