Hurtado a las visitas turísticas,
velado tras la arboleda del parque, está el cementerio de los
monjes, mantenido con mimo, como sosegado lugar de descanso para
muertos y de oración para vivos. Allí esperan la resurrección los
cuerpos de los monjes que han sido parte de la comunidad monástica
y, entre ellos, los de los abades Pérez de Urbel y Lojendio.
El cementerio está presidido, desde
hace unos pocos años, por una hermosa imagen en bronce de Jesús
resucitado, de la mano de Juan de Ávalos. Hay a quien no le
complacen estas imágenes de la Resurrección, que dicen
irrepresentable, por ser un suceso ajeno a la humana experiencia, y
prefieren lo puramente simbólico, como es el cirio pascual. Pero
también los hay que opinan que la humanidad de Jesús, por serlo en
toda plenitud, es mostrable en todos los episodios de Su vida,
también en éste. Sea una u otra cosa, es lo cierto que esta imagen
de Ávalos es una de las más hermosas con que se ha representado a
Quien venció definitivamente a la muerte.
|